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Destinos Cruzados (parte 3)
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(por wizard)
Ahí va la tercera parte de la vida de Vier y sus andares. ¿Vivo?... ¿seguía vivo?... sí, estaba vivo entre unos matojos y carente de casi todas mis pertenencias, especialmente las más ostentosas. Aún hoy me pregunto cómo es que sobreviví, porqué no acabaron con mi miserable vida... Estaba a pocos metros fuera de la caverna, y parece ser que había estado bastante tiempo inconsciente; el astro rey manaba sus candentes rayos con una fuerza inusual disipando las pocas nubes que restaban del testigo de la noche anterior. Fuí siseando con mis piernas hacia la caverna y me arrodillé ante la sangre de Dévora. Ella no estaba allí, se la habían llevado. ¡Quién sabe si sobrevivió a tan fatal castigo, o si simplemente desearon llevarse el cuerpo sin vida por razones desconocidas!. Nunca la volví a ver más así, pero siempre la recordaría. Entre efímeros dolores de cabeza me dirigí de nuevo rumbo hacia la ciudad. Mi sentido de la orientación no era excesivamente bueno, mas confiaba lo suficiente como para acortar entre la espesura creciente de la vegetación. Me dolían las plantas de los pies, y los brazos colgaban de mis hombros inertemente; mis ojos describían un trabajo agotador para desemascarar la poca visión borrosa que captaban y mi cuerpo se perlaba de sudor. No se hasta qué punto el cuerpo humano es capaz de aguantar pero yo casi llegué al límite. Al atardecer de este día, el día más largo de mi vida, tomé la Loma de Santo Corrás; a mi izquierda se alzaba el Monasterio de la segunda época de la orden Dominica, y de frente veía el paraíso. Kreig se abría ante mí entre una aureola de sosiego y descanso, la vía principal chocaba con las dos perpendiculares que daban acceso por el lado Este y Sur, constituyendo una plaza central coronada por una fuente con mujeres echando agua de unos cántaros de granito. Allí varios mercaderes se reunían para presentar sus artículos, mientras las mujeres se agolpaban entorno a la fuente para lavar los ropajes de sus familias y cuchicheaban acerca de casi todo. Casas abigarradas entre callejuelas se cerraban entorno al casco antigüo a la vez que la parte moderna se abría según fincas con corrales y caballerizas. Recuerdo como entré entre susurros varios hasta llegar, semi inconsciente, a la Academia del Ocultismo que allí había. Me abrió la doncella que me extendió su mano con unos doblones... yo le respondí :"Soy Vier, de la Academia de... soy vuestro .... ". Y me precipité al suelo. Al día siguiente un visillo de Sol me acariciaba las mejillas mientras mi cuerpo dolorido se desesperazaba. Estaba totalmente desnudo en una cama de plumón. La habitación poseía libros por doquier, incluso bajo la cama como luego descubriría. En la mesilla de al lado una bandeja tapada me presentaba un desayuno aún caliente. Luego de admitirlo de buena gana, descendí por las escaleras mientras oía a gente abajo charlando; una voz grumosa y nasal imponía con aseveración: "¡No, no, no! Si tanto lo quisieran no habrían venido hasta aquí. De todas formas no tenemos porqué ceder ante un tipo como él.". "Tumón, tienes que ser más comprensible." - tranquilizó una voz de tono más melódico- "Tienes muchas ramificaciones y su poder adquisitivo y de información es muy superior al nuestro. Creo que puede resultar interesante al menos escuchar su propuesta...". Hablaban acerca de ceder ante alguien que deseaba fusionar ambas compañías, o eso entendí yo hasta que me percaté cómo estaba sentado en las escaleras escuchando la conversación, tal cual haría una rata. Lamentablemente me dí cuenta después de la doncella que se deslizó detrás mía y me dijo con voz impositora: "¿Desea algo el señor?". Las voces abajo se detuvieron y yo me levanté torpemente para descender, luego de responderle no a la "simpática" señora. Abajo había un hombre con una perilla muy pronunciada y de porte nobiliario junto a otro regordete, calvo y con un mostacho muy característico. Éste último sonrió y dijo: "¿Ya se ha levantado? Fantástico, fantástico." Mientras chocamos las manos y el otro me asentía con la cabeza en un gesto de igualdad. "¿Cómo a dormido? Largo viaje el suyo Vier de Tremesín..." ¡Conocía mi nombre! Pero ¿cómo?... "¿Me conoce?" le dije con mis cejas cejijuntas, "Le presento a Archibald de Laconde, nuestro socio en esta sociedad, y uno de los pioneros en su fundación." -me respondió él totalmente ajeno a la pregunta que le volví a formular- "Encantado, estoo, ¿cómo sabe mi nombre?". El simpático señor de baja estatura esta vez frunció el ceño y escrutó: "Sabíamos que estuviste en Arnauld, nos lo dijo un mensajero de tu Gremio por si sabíamos algo de tí. El lamentable estado en el que te encontramos cuando vinistes muy acertadamente aquí enmascaró muy bien tu descripción, pero Gerrault, un compañero te reconoció al momento. "Parece que al final lograste huir del terremoto que asoló dicha ciudad ¿eh?. Dios debe estar furiosos con todos." A continuación entraron ambos en un concurso de carcajadas del que yo no entré a formar parte... ¿un terremoto en Arnauld? Qué estúpido rumor. Sea cómo sea, el tiempo transcurrió y aquel suceso quedó impreso en mi mente cual lozano sentimiento. A veces soñaba pletóricamente con aquella amazonas de figura desgarbada o con aquel bárbaro de rudos modales. Ahora vivía en Gramony La Mayor, una ciudad al Este de la Cordillera del Piol. Gozábamos de buen clima, fresco, con playas y una vegetación abundante. Habían pasado cerca de 4 años desde aquel incidente. Archibald se dividió de la sociedad y formó una cofradía de nosequé exactamente; el hombre regordete de nombre Juan de La Gorgole feneció el año siguiente desde que me presenté a su vivienda medio moribundo a causa de un paro cardíaco. Yo seguía en mis estudios, pero ahora de forma menos avezada y más tranquila. Varios de los informadores me traían la información que acaudalaban y yo me ocupaba de ordenarla y sacar algo de interesante de todo. Mis noches eran largas y aburridas, y mis mañanas demasiado rutinarias. De hecho me estaba volviendo loco hablando hacia mí mismo cual viejo loco, mal vestido y con poca higiene. Me descuidé en los días sucesivos, he de reconocerlo, pero tan efímera pero marcada historia que me cruzó con tan peculiares personajes no quedaría tan fácilmente borrado de mi memoria. Pronto volvería a saber sobre ellos, más concretamente sobre sus nombres, pero de una forma muy peculiar... Estaba yo entonces de camino hacia la Taberna del Jirón Durmiente, una sala de poca monta pero de buena comida. Era el típico tugurio para la clase obrera, gente de poco capital que veían allí el ahogo a sus penas. Me gustaba sentarme en mi silla cercana a la ventana norte mientras veía pasar las tardes. A veces me llevaba allí el trabajo por realizar, y me entretenía con Lucas y von Goult en el Parquín, un juego de cartas de diabólico enganche. Sucedió aquel Miércoles cuando el cielo anaranjado rezumaba frío de levante, una temperatura que me obligó a vestirme con mi gabardina de múltiples bolsillos. La corroída puerta cedió ante mí con un empujón, para abrirme ese mundo de cervezas y sopa de alubias cargada con vegetales varios. Me dirigí como de costumbre hacia mi lugar de sosiego fijándome antes en Rita, la camarera que tantas veces me hizo recordar mi hombría por unas piezas para señalarle una jarra media de pinta. Ella me saludó con su forzada sonrisa y me alzó la mano. Quería algo. Decirme algo. Sorteó a la poca gente que ante ella se arremolinaba y llegó hasta mi posición, cerca del ventanuco que me esperaba. "Buenas tardes Lord Vier." -ella me llamaba Lord porque mi habla era notablemente más distinguida que la gente de allí con la que ella también "trataba"- "Preguntaron ayer por usted pero como no estaba les dije que volvieran hoy. ¿Le traigo lo de siempre?." "¿Por mí?, ¿quién?" - le repuse algo cansado y con ganas de tomar asiento de una vez- "¿Te dieron sus nombres?". Ella trastocó sus rostro en pos de manar extrañeza, y tras cerrar sus labios en forma de pico me revocó: "No.". Una palabra escueta y parca, pero de lo más significativa. A fin de cuentas quién fuera aquí estaría yo. La lluvia aún no había comenzado pero problamente esta noche se desencadenaría; mientras tanto, mi jarra estaba burbujeando sus últimos buches y la débil lumbre del candil que me iluminaba apagaba sus llamas ante la carencia de aceite. Estaba ojeando algo acerca de un hombre que decía podía evocar espíritus para lanzarlos al castigo de alguien... otro caso más de rumoreo de pueblos que Esteban, un compañero que ví tres veces en toda mi vida, se hallaba analizando. Sin darme cuenta, alcé la vista ante dos personajes encubiertos en unas chaquetas de corte moderno, con unos encajes de valor y sendas espadas empuñadas en sus laterales izquierdos. Sus rostros casi gemelos parecían trazados por un tintero, con cortes rectos y semblantes inexpresivos. "Buenas tardes Vier de Tremenín. Somos Carl Gremer y Gerardo de Loscauster, de la orden del cuervo. ¿Podemos sentarnos?." La orden del cuervo yo ya la había oído antes; en su día se estableció un orden secreta mayor que la caballería en sí para restablecer la posible corrupción interna que hubiera en éstos. Poco a poco esta orden demostró lo capaz que era y fue abriendo sus garras hacia horizontes más lejanos, hasta implantarse de forma permanente. Se rumoreaba que muchos de los señores de las tierras cercanas tenían pesadillas con esta gente por miedo a levantarse degollados. Por supuesto les asentí con la cabeza para que tomaran asiento mientras echaba un ojo a los lados. Lucas y von Goult que se acercaban hacía mí para proponerme una nueva partida esquinaron su andar, y la gente de alrededor se levantaban para irse dejando sus platos a la mitad. Entre tanto el personaje de nombre Carl Gremer me centró su mirada: "Venimos a hablarle de alguien de suma importancia. Dévora Groliarte Jujín, princesa de las tierras de Früm. ¿Sabe dónde está?." Ese nombre me volvió a azotar con una fuerza sobrenatural... y sus apellidos, algo que yo tan sólo imaginaba existían... pero ¿princesa?. "Yoo, creo que no se bien de quien me hablan..." lo dije prudentemente y encabezándome en que no podía ser la Dévora que yo recordaba tan tiernamente. En ese momento me asaltó esa última mirada que me lanzó mientras yo me encontraba atisbado por el pico de una saeta y ella era pasto de lobos que no apreciaban lo que la belleza era. Me despertó un golpe tremendo e inesperado que el tal Carl provocó sobre la mesa. "¡Sabe de quien le estoy preguntado, y venimos por respuestas!. ¡¿Dónde está?!.". Haciendo un acopio de fuerza fuí yo el que les pregunté a ellos: "¿Y para qué está interesada la orden del cuervo en una amazonas?." Mi pregunta quedó en el vació durante unos segundos interminables que se vieron caídos por mi victoria y la respuesta de ellos: "Es una asesina que debe ser parada. Asesina sin pudor y su final debe llegar ya.". "No puede ser entonces de quien yo creo, - les dije con confusión - quien yo pienso murió hace bastantes años en Kreig.". La lumbre de la chimenea ardió con más ímpetu achuchado por unos leños que el joven aprendiz de la taberna trajo. El aire comenzaba a enrarecerse y ahora fue el otro acompañante, el tal Gerado, el que dijo algo levantando su porte: "¡Es ella! Ha estado en Dormillon, dónde acabó con la vida de 4 nobles mientras efectuaban la compra entre los tenderetes de la plaza central, delante de todo el mundo y con la luz diurna. Así mismo, en Llanadrín del Bosque arremetió contra el alcalde, su excelencia Gonodrio de Arcases y contra toda su familia... incluso sus hijas de apenas unos años de edad." A continuación emergió un silencio extraño e intraquilizador entre nosotros. Gerard se echó al gaznate, de un soberbio gorgoteo, media pinta que le trajeron, y tras rebañarse sus protuberantes labios prosiguió: "Deja de encubrirla o si no vendrás con nosostros por conspirador y te lo sacaremos de la peor forma...". No terminó su metódica frase, pero tampoco hacía falta. Había visto en mis ojos como el miedo me dominaba y hacía de mí un títere en sus manos. Bajé mi rostro y conté lo escaso que sabía, pero lo grande que resultó aquel efímero cruce con tan magnas personas. No se porqué las tenía en tan sumo grado, ni porqué les veneraba tanto; quizás por la belleza de ella, o quizás por la fortaleza de él, atributos muy lejanos a mi persona... El establecimiento servía sus últimas copas, mientras las jóvenes y las no tan jóvenes "camareras" empezaban sus horas de servicio nocturno, un servicio muy personal. El posadero se hallaba escoba en mano arrojando fuera con rostro de asco huesos y otra serie de excrementos de las mesas. Mis dos acompañantes, ya desvestidos de sus capones y sus estrafalarios guantes, escudriñaban sus platos vacíos en la búsqueda de algún resto aún comestible. El calor de la gran sala se había asentado tercamente sobre todos nosotros y el fuerte olor de leña quemada abrasaba en los pulmones. La salida de ésta estaba taponada hacía tiempo ya, pero visto que la gente aguantaba la situación el gerente decidió no desatascarla. Mi relato fue escuchado tal como un niño oye la historia antes de dormir. Carl me observaba intentando intuir en mi exposición algún error, mas detuvo su hipnosis y me balbuceó: "Bueno creo que eso era todo. Lord Vier ándese con cuidado en el futuro y escoja mejor sus amigos. Y si vuelve a saber algo póngase en contacto con nosotros antes que lo hagamos nosotros. Buenas noches.". Y ahí me quedé, obsoleto hasta largas horas de la noche viendo la figura de mi querida amazonas bailando en mi habitación con semblante de deseo, tal y como Rita hacía por dinero. "Dévora... como deseé ser Bacirol en aquellas noches..." volvía a hablar conmigo mismo tras miradas estrafalarias por parte de la poca gente que aún permanecían allí. Cerré mis cansados ojos y mi mente dejó mi cuerpo para centrarse en ella, en sus ropajes, en su figura, en aquella mirada final que me dedicó... en mi sueño. Los días sucesivos transcurrieron raudamente, tiempo en el que dediqué todos mis contactos y amistades para informarme acerca del fenómeno que sabía. Lo poco que descubrí es que, en efecto, había por ahí una mujer que provocaba la muerte a descaro, y que era más bella que Gretel. Gretel era una prostituta de lujo, con unos pechos desorbitantes y un cuerpo de delirio, o eso decían los que tuvieron la fortuna de dormitar junto a ella, gente con un poder adquisitivo mucho mayor que el mío. No obstante, mi amazonas valía mucho más que cualquier otra, incluso que la tal Gretel... Entre mis pensamientos, mi nombre surgía de no se sabe bien dónde, hasta que lentamente comencé a despertar; la puerta retumbaba con fuerza acompañada por una voz rota que gemía nuevamente: "¡Vier!, ¡Abra Vier!". Fui entre legañas hacia allí y abrí directamente. Ante mí se presentaba un señor de casi dos metros, con unas barbas muy recortadas y un pelo azabache que le acariciaba los hombros. Sus ojos verdes brillaban incluso contra el Sol. "Buenas tardes Lord Vier...". "Ahórrate eso de Lord." - le dije impertinentemente interrumpiéndole. Lo cierto es que cada vez que Dévora estaba poblando mi cabeza y alguien me lo perturbaba, eso me molestaba en demasía. "¿Disculpe?" me dijo con cara mojigata y de extrañeza. Yo simplemente eché a andar hacia dentro de la casa y le hice un ademán para que entrase. Cuando el entró tras de mí yo ya estaba acomodado en mi butaca hundida merced al peso de largos años. Él se deshizo de un petate que llevaba arrastrando y con voz solemne me platicó: "Procedo de la región de Arnauld, por orden de Catherina la Falaz para traerle un mensaje." "¿Catherina? ¿quién rayos es esa? ¿y qué tengo que ver yo con Arnauld? No tengo ya bastante con los cuervos esos para que encima me venga gente como tú..." Me levanté hacia mi amiga, la licorera, y me serví descortésmente un líquido negro que reposaba en una botella abierta; no se bien que era pero no me lo pensé mucho y me lo tragué de un sorbo. Él se quedó observándome al igual que yo a él. Le entró algo de nerviosismo y miró la puerta. "Bueno, eso es todo. Aquí le dejo el petate. No es necesario que firme la contrata." Y se dió la vuelta hacia la calle. Estos mensajeros tenían normalmente por orden volver con la contrata firmada por el receptor, pero hasta ese servicio estaba decayendo. Y ahí me quedé, frente al petate magullado con un vasito vacío sustentado en mi mano izquierda. De pronto mi mirada se centró en el saco por inercia, y tras andar unos pasos cautos hacia él y cerrando los ojos ví la revelación que allí había. El petate llevaba el símbolo de una cobra atravesada por una lanza... ese glifo yo ya lo había visto antes. Lo había visto en la espada de Bacirol. >>> FIN DE LA TERCERA PARTE
mordor
(02/02/2005)
emocionante a no poder más!!!!... lo lei hace tiempo en la otra web pero veo que lo has "retocado".
Eran cuatro partes verdad?
troya
(03/02/2005)
Ya ya van tres... y tres obras de arte wizard..... jooooolin!!!
beastar
(03/02/2005)
kero mas!!!!! publica la cuarta wizard!!!!! porfi.... ke yo me conecto muy poco y seguro ke se me olvida lo ke lei!!!
gonnan
(04/02/2005)
naaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, insuperable, tiene que llegar pronto la cuarta o me da algo
galadriel
(07/02/2005)
la cuarta??? a dicho la cuarta gonnan??? wizard .... vengaaaa
eduard
(08/02/2005)
muy buenooooooooooooooooo
a por la cuarta parte.
marisol
(08/02/2005)
q sorpresa al encontrarme hoy con otras dos partes de esta saga!!!!
como no podia ser de otra forma fantastico wizard.
sonador
(16/02/2005)
con diferencia esta tercera parte es la mejor... como se va resolviendo todo.... y me encanta tu forma de explicarte tio...
boromir
(22/02/2005)
arf arf arf.... a por la cuarta!!!
fenix
(08/07/2005)
Es increíble la historia, estoy deseando leer la siguiente.
nanih
(14/07/2005)
Cada vez me dejas más impresionada, te animo con la cuarta parte!
halen
(08/11/2005)
Después de leer esta estoy deseando leer la cuarta, pero aún no tuve tiempo.
cecil
(10/04/2006)
me sigues sorprendiendo
cecil
(10/04/2006)
espero mucho de las otras partes no me decepciones
pagaegui
(31/08/2006)
Fantástico, sencillamente fantástico.
aracne
(06/09/2006)
Sigue así!
leonidas
(05/07/2013)
no veas como acaba esta parte jaja que arte. amos a por la siguiente
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