El personaje de Martin queda muy apartado de la realidad, demasiado enfatizado en un papel de héroe perfecto, sacando unas conclusiones siempre acertadas de simples suposiciones sin argumento ni fondo, pero que sí... milagrosamente al final resultan acertadas. Cuando uno monta un detective genial de esta índole, debe tener en cuetna el hilo argumental de sus razonamientos, porque aunque sus ideas y conclusiones sean rocambolescas, al final demostrará estar acertado, dando ver al lector cómo llegó a esas certezas.

Aquí, no obstante, la investigación avanza por fe divina de Martin, un detetive que según parece, nunca se equivoca, incluso con su inventiva. Una pena, porque la historia es muy divertida e intensa.