Para ser una producción y dirección española, en manos de un Garci que se despide ya de la cámara, no está mal la filmación. Es un Sherlock distinto, alejado del agerrido luchador que la última entrega americana nos enseñó, y más de sus raíces, maniático, adicto a sus drogas, escuálido y tenaz en sus pesquisas.
Buen thriller para los amantes del detective estrella.