Extracto de un diario vampírico
Extracto del diario encontrado en las excavaciones de Longsbury, en Londres en 1998.
Muchas vidas me separan ya de mi nacimiento cuando me dispongo a escribir estas líneas. No sé si alguien las leerá jamás o si está bien dejar huella de nuestra existencia en una época en la que cada vez se nos persigue con mayor perseverancia, pero tengo la necesidad de hacerlo pues mucho tiempo es el que he vivido ya y, aunque mucho menor que otros de mi misma estirpe, ha sido una existencia plagada de acontecimientos y hechos de los que quiero dejar constancia.
Yo, un no-muerto, un vampiro, me dispongo a contar mi historia a aquel al que le interese.
Como sin duda es posible que el lector no sepa de la existencia de los vampiros, o vástagos como también son conocidos, ése será el punto de partida.
El origen de los vampiros, al igual que su destino, es totalmente desconocido, si bien algunos de ellos opinan que descendemos del primer asesino conocido en la historia, Caín.
Expulsados de este mundo y obligados a vivir media vida de condenación, los depredadores debemos alimentarnos de la esencia de otros, que sustraemos a través de la sangre, cada noche.
Yo soy uno de ellos, abandonado a la no-vida en mi papel de cazador, cumplo mi tarea en este mundo al desaparecer el sol por el horizonte.
Codiciados por unos a causa del poder que nos otorga nuestra naturaleza y condenados por otros debido a nuestro origen, sobresalimos sobre el resto de los seres para reinar en nuestro trono de miedo y oscuridad. Con poderes que nadie puede ni imaginar manipulamos los acontecimientos mortales como el niño que juega con un muñeco, mientras decidimos a nuestro antojo el destino de todo aquel que nos rodea. Servimos al Diablo que, habiéndonos creado como una imitación de los ángeles del cielo, nos envía al mundo para hacer su voluntad.
El cruzarte con uno de nosotros supondrá la muerte en el mejor de los casos, pues una voluntad despiadadamente cruel nos guía a la mayoría. Como corderos en el matadero, los mortales mantienen su vida de ignorancia para deleite de los de nuestra especie.
Es por todo esto que los acontecimientos que voy a relatar quedan de alguna manera justificados si bien es muy posible que el lector no los comprenda al no pertenecer a la estirpe, mas nada puedo hacer yo entonces.
La historia se remonta muchos años en el pasado y comienza como cualquier otra biografía, ya que antes de convertirme en lo que soy, yo fui mortal y viví una vida mortal.
Mi identidad como humano no tiene importancia, sólo el hecho de que mi origen noble atrajo la atención de aquel que me hizo.
El verano llegaba a su fin cuando la caída de las primeras hojas anunciaba el comienzo de un otoño impregnado de esos marrones y verdes oscuros que tanto añoro ahora.
Nuestras tierras eran punto de reunión, en aquella época, de buhoneros, juglares y todo tipo de gente encargada de amenizar los eventos que allí tenían lugar siendo, por lo tanto, destino también para asaltacaminos así como una enorme variedad de matasietes. Pero en esta ocasión se personó allí algo más; un vampiro hizo un alto en su sendero de muerte para engendrar un hijo y llevar la oscuridad allí donde siempre había habido luz.
No sé si fue un castigo de Dios por algún acto cometido en otra vida anterior, o si fue el destino lo que condujo a este ser a mi morada, mas en la hora de escribir estos fragmentos puedo asegurar que no hay pena peor en este mundo que ser privado de la libertad para decidir tus actos o tu futuro.
Atraído por mi sangre noble me convertiría, para bien o para mal, en lo que ahora soy, otorgándome un poder increíble así como una vida inmortal más allá de los deseos de cualquier humano. Fueron parte de sus designios también decidir que sólo un miembro de toda mi familia merecía seguir en este mundo, y así me obligó a acabar con la vida del primogénito, mi propio hermano.
Por varios años residimos en la morada de mis antepasados mientras me enseñaba todo cuanto tenía que saber. Recuerdo que fueron años felices aunque, incluso ahora, una bruma enturbia mis recuerdos cuando intento recuperar mi pasado.
Los secretos del clan fueron puestos a mi alcance, pude catar el dulce sabor del poder en mis labios e impuse mi voluntad a aquellos que me rodeaban. Sin embargo, pronto alcancé las paredes de la cárcel en la que antes habría vivido toda una vida. La invitación de mi sire para abandonar mi castillo y viajar a Roma se me antojó irresistible entonces, una decisión que debo admitir, no lamentaré nunca.
Así pues con la muerte de mi propio hermano todavía reciente sobre mi espalda llegué a ese nuevo mundo que se abría para mí, lleno de maravillas construidas por el hombre que sólo nosotros podíamos apreciar en su justa manera. Enseguida tomé contacto con otros de mi especie y también pronto aprendí la crudeza con la que se vive en este mundo de oscuridad creado por los vampiros. La intriga, la política y la venganza son armas que pronto dominaría y con las que me labraría una posición respetable dentro de la sociedad no-muerta.
La mentalidad de un Lasombra, como somos conocidos los de mi clan, es retorcida como un sarmiento pero firme en sus objetivos, y es por esto que aquel que se gana un enemigo así, se labra una vida de constante vigilancia y de espera del fatal momento en el que decida dar su golpe mortal. La ley de la estirpe es despiadada y no admite ningún error, lo que obliga a sus súbditos a convertirse en seres introvertidos capaces de cualquier cosa para ganar poder. La pérdida del respeto significa la muerte definitiva o un destino aún peor.
Debe perdonar el lector si ahondo demasiado en aspectos relacionados con estos seres, pero considero de vital importancia describir el ambiente en el que un vástago joven, como era yo por aquel entonces, fue introducido de improvisto y el impacto que ocasionó en él.
Si bien era un chiquillo indefenso entre aquellos antiquísimos recipientes de envidia y codicia estaba bajo la protección de uno de ellos, por lo que la retorcida ley con la que estos actores de la eterna burla interpretaban su vida estaba de mi lado, mientras mi creador mantuviera su posición en la macabra sociedad.
Es curioso, sin embargo, que pese a ser criaturas del demonio y estar en constante lucha con aquellos que creían en Dios, la sociedad de estos ángeles corrompidos estaba basada en una estratificación de clases según la jerarquía de uno de sus mayores enemigos, la Iglesia. Así pues el novicio debía obediencia al sacerdote, y éste a su vez al obispo que rendía pleitesía al arzobispo, y todos estaban sometidos a los deseos del Pontífice. Aunque algunos de ellos sí habían pertenecido en vida a esta santa institución, no todos tenían relación con ella estando aún así bajo la obligación de pertenecer a uno de los grupos citados anteriormente.
Yo, naturalmente, también pertenecí a uno de ellos llegando incluso a ser consejero del propio Pontífice y ocuparme de sus funciones cuando él dejaba la ciudad por cualquier motivo.
Pero no es esta parte de mi vida la que me gustaría relatar ya que, aún hoy, no puedo estar seguro de que mis actos obedecieran única y exclusivamente a mi conciencia y a mi mente.
Ocurrió por aquellos días poco posteriores al año 1000 de nuestra era que, quizá por el azar de la vida, al que incluso los más poderosos estamos sometidos, conocí a un grupo de vampiros con los que entablaría una amistad que me llevaría a abandonar la magnífica ciudad de Roma para viajar por todo el continente y empezar mi verdadera vida. Vida que se alargará hasta el día en el que, sentado en mi escritorio, doy forma a mis recuerdos y plasmo mis vivencias en papel para que puedan servir de algo a aquel que las lea.
Pero retomando el relato he de decir que este punto significó e implicó un cambio radical en mi existencia como el lector podrá observar durante transcurso de mi historia.
Numerosas fueron las ciudades que me albergaron durante mis andanzas por el continente, algunas pequeñas y otras las más grandiosas construidas por el hombre.
Constantinopla, la capital del imperio romano de oriente, es una de las que más nítidamente recuerdo. Varios años pasé allí en compañía de mis aliados, mas la ciudad, condenada a la muerte por las intrigas y envidias de los nuestros, sucumbió allá por el año 1200 arrasada por los caballeros de la Iglesia, como narró posteriormente la historia, o por las iras de un vástago muy poderoso, como sólo sabemos algunos de nosotros.
La ciudad de esplendor y magnificencia irremplazables fue totalmente destruida mientras yo alejaba el foco del odio causante de la masacre para transportarlo a ciudad santa.
Miguel o El Ángel, como lo llamaban algunos, uno de los constructores de la ciudad fue también su peor castigo, pues por su condición autoimpuesta de defensor santo de la humanidad consiguió corromper los cimentos de la misma y hacer que la situación derivara en una matanza de corderos. Años hace que no sé de su paradero pero imagino que en su estúpida ansia de ser considerado una criatura de Dios pronto encontraría otra comunidad a la que manipular con el poder de su sangre.
La devastación de la ciudad de Constantinopla me hizo recordar a mi estirpe y guió mis pasos hasta otras ciudades para buscar otros miembros de mi clan y recuperar mi antigua posición de influencia que antaño tanto trabajo me costó labrar y mantener.
De ese modo llegué a la Península Ibérica en el año del señor de 1215. Pero encontré vampiros muy distintos de los que esperaba hallar; en plena reconquista del territorio, los inmortales que allí moraban no eran enmarañados políticos ni santos pervertidos como los que había conocido antes, sino caballeros de cierto honor que luchaban por recuperar sus reinos perdidos.
Por eso y, tal vez, porque ya estaba hastiado de tanta intriga retorcida decidí unirme a ellos y adoptar sus mismos ideales. Conocí grandes guerreros, generosos líderes y hombres cuya única dedicación en la vida fue la de restablecer la paz en aquellos territorios.
Formé parte de los ejércitos que allí se unieron para defender los baluartes cristianos, y aunque nunca fui partidario de seguir los designios de aquellos que decían representar a Dios sobre la Tierra, llevé el estandarte del cristianismo a varias ciudades durante mi estancia en estas tierras. Maravillas de piedra como Toledo, Sevilla o Córdoba rindieron sus fuerzas al paso de nuestra bandera.
Gracias a los poderes que me otorgaba mi naturaleza y ayudado por los aliados que pronto conseguí hacer, me labré un nombre y un honor como defensor de la fe y conseguí hacerme con el control de varios territorios aunque sólo fuera por un breve periodo de tiempo. En el año 1267 fui nombrado Conde de Barcelona tras la cercana anexión de esta plaza al importante Reino de Aragón. Sólo dos meses después abandonaría el cargo por el creciente descontento de los vástagos Toreador que allí residían.
Cerca de un siglo pasé batallando por toda la península, lo que endureció todavía más mi carácter, aunque debo decir que no todo fue lucha en este periodo de mi vida. El rey mortal Alfonso X, uno de los humanos más interesantes que he conocido jamás y con el que tuve la oportunidad de hablar en muchas ocasiones, fue uno de los más grandes hombres que crió este país pues no sólo conquistó plazas muy importantes sino que promovió la cultura aportada por los conquistados que estaba siendo destruida por los conquistadores. Creó la famosa, aún hoy, Escuela de Traductores de Toledo donde pasé una época muy importante de mi vida compartiendo con los que allí se acercaban los conocimientos que nos dejó una de las civilizaciones más esplendorosas y avanzadas de la historia. La filosofía de Aristóteles, Platón, Sócrates y muchos otros fue puesta a mi alcance, lo que supuso una paz para mi espíritu que jamás había alcanzado antes.
Pasé cerca de 50 años a salto de mata entre mis posesiones diseminadas por toda la península y los distintos centros culturales que durante la época se crearon mientras una extraña nostalgia hacia mi verdadera tierra se adueñaba de mi alma. Tras apoderarme de más de diez castillos, comprar otros tantos títulos nobiliarios y ejercer como falso gobernador en muchas provincias, me di cuenta de que mi verdadera identidad estaba desapareciendo. Fue por eso que alrededor del año 1360 decidí volver a mi añorada Italia para recuperar lo que por derecho era mío. Recuerdo perfectamente la noche en la que desembarqué en el puerto de Milán pues una maravillosa mezcolanza de olores, todos conocidos, me asaltó nada más poner un pie en tierra. Henchido de orgullo porque había logrado sobrevivir para ver de nuevo aquellos campos y a aquellas gentes me dirigí hacia la morada de mi infancia.
Como certeramente había imaginado las antorchas estaban encendidas en el interior cuando llegué. Si bien es posible que el nuevo inquilino no supiese nada del anterior dueño de la casa, acepté sus disculpas cuando su cabeza dejó de rodar por la alfombra de mi salón.
Varios meses me costó encontrar los contactos mortales necesarios para preparar mi vuelta oficial a la casa mas valió la pena pues cerca de un siglo pasé allí viviendo.
Sólo una vez viajé a Roma para buscar a aquel que me hizo, sin embargo los rumores de lo que había sucedido con uno de sus chiquillos debió espantarlo porque no encontré allí ni rastro de él.
Por dos veces maté a mi propio hermano aunque el punzante dolor de la primera se tornó impasibilidad en la segunda.
Es curioso cómo que cambia la ley de unos a otros dependiendo de quién se sea. Jamás me reprochó nadie haber matado a ese vástago, si bien es cierto que la ley me daba derecho, ni recibí visita alguna de amigos o aliados para vengar la afrenta. Fue entonces cuando comprendí por fin lo que el respeto significaba entre aquellos seres mezquinos a la vez que deduje las condiciones necesarias que entre ellos se imponían para olvidarse de una alianza.
Una sensación de bienestar empañada por una creciente nostalgia hacia las tierras castellanas y los amigos que en ellas había hecho me acompañó durante el tiempo que pasé en mi castillo.
Sintiendo que aquellos campos y aquellas gentes no eran los mismos que yo recorría y jugaba en mi infancia decidí abandonarlos por segunda vez cuando me llegaron noticias de que Castilla y Aragón, unidos bajo el mandato de los que llamaban los Reyes Católicos, habían retomado de nuevo la misión de devolver esa tierra a sus verdaderos dueños.
Me embarqué de inmediato y junto con todo lo que me hacía falta en aquel momento: mi capa, mi armadura y mi espada. Lo que otrora podía haberme parecido tosco, vulgar e indigno de un noble de alta alcurnia, ahora se tornaba sencillo, elegante e imprescindible.
Siempre me ha fascinado cómo puede cambiar la mentalidad de un hombre en función del lugar en el que se encuentre y la gente con la que entable amistad. Así sin ningún tipo de remordimiento ni vergüenza alguna, conseguí un caballo en la primera ciudad por la que pase y dirigí su galope hacia donde me necesitaban de verdad.
Debo hacer una pausa en el relato para aclarar al autor que mi decisión de abandonar el oscuro mundo de la intriga no fue, ni mucho menos, definitivo pues al igual que el hombre es un animal de instintos, el vampiro debe obedecer a su verdadera naturaleza, siendo ésta parte inseparable de todas las sensaciones y emociones que pueda sentir a lo largo de su vida.
Cuando llegué a esta nueva tierra unificada me encontré, sin embargo, una división entre los moradores de la noche que vivían allí. Dos instituciones diferentes e incluso rivales fueron creadas entonces por los vástagos que hace sólo un siglo luchaban por la unificación del suelo sobre el que pisaban. La Camarilla y el Sabbat fueron bautizadas mas da igual el nombre porque no eran sino los perjuicios de los más antiguos de entre nosotros llevados hasta el límite gracias a su influencia sobre los más jóvenes.
Por esa razón ahora sé que estamos condenados a desaparecer, y los únicos culpables de nuestro destino son nuestros peores enemigos, nosotros mismos.
Carlo DiMilano Matusalén del clan Lasombra
P.D. Este diario se dice que existió y existe realmente... ¿será verdad?
Comentarios de los pobladores
Escrito el 31/08/2004
Archimago (7193 PGS)
Golden Sword TM
Mensajes: 1754
Administrador
Como siempre, este tipo de "confesiones" siempre despiertan un interés inusitado. Tu redacción es espléndida, y el argumento expuesto muy entretenido.
Solo espero que el último suspiro que emites en forma de duda existencial no se cumpla... :)
Escrito el 07/09/2004
Es maravilloso rune , escribes como un ángel colega friki!. Has retratado la existencia de un vampiro de forma clara y muy concisa. Te felicito por esta obra de arte en letras.
Escrito el 21/09/2004
casi casi casi puedo ver los colmillos del vampiro detras mia. de verdad lo has clavado colega. Fantastico ;)
Escrito el 08/10/2004
Escribes de muerte rune.. ya he visto varias publicaciones tuyas y todas tienen esa firma tuya que la distingue del resto. Me ha encantado leer este escrito.
Escrito el 11/10/2004
Maga (1848 PGS)
Los Proscritos de Enthrel
Guau!!!..... que pedazo de ecrito rune.. Me encanta como escribes sobre todo pq le das realidad a lo que cuentas. Casi se puede oler y tocar ltodo lo que describes.
Escrito el 26/12/2004
Vampiro plebeyo (2545 PGS)
Aventurero Solitario
que buen relato, es original porque no se habia publicado nada sobre la vida de un vampiro y esto de narrar sus echos y hazañas, lo convierte en buen relato. si a esto unimos las descripciones tan buenas y lo bien que lo tratas, da como resultado un gran relato
Escrito el 08/07/2005
Animista (631 PGS)
Aventurero Solitario
Rune conozco a pocas personas que narren tan bien cosas sobre los vampiro como tú, bravo.
Escrito el 11/07/2005
Animista (605 PGS)
Aventurero Solitario
No sé si tendrás experiencia en esto de escribir, pero chica ¡vales la pena! Muy bien.
Escrito el 11/11/2005
Damasto (5982 PGS)
Aventurero Solitario
Mensajes: 1164
Colaborador
Me recuerda mucho a las cronicas vampiricas. Genial rune.
Escrito el 16/03/2006
Rosacruz (1779 PGS)
Los Proscritos de Enthrel
Sabes que el personaje transmita sentimientos de pena, de dolor, y de culpa, aunque sin olvidar el justo castigo que debe cumplir. Y para eso es necesario tener un gran manejo de las letras...
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